Las unidades de cuidados intensivos (UCI) tratan a pacientes en estado crítico, es decir, con enfermedades y lesiones graves que ponen en riesgo su vida. Algunas de las afecciones que más se tratan en cuidados intensivos son los traumatismos, disfunciones orgánicas múltiples, sepsis e insuficiencias pulmonares agudas.
Casi la mitad de los pacientes en las UCI necesitan la ayuda de un respirador. El dolor, la agitación y el delirio constituyen importantes desafíos en el tratamiento de estos pacientes. La intubación y la ventilación mecánica exacerban la ansiedad, la percepción del dolor y el malestar. La sedación es la piedra angular de los cuidados intensivos y es necesaria en más de un 85% de los pacientes ventilados mecánicamente. Ésta garantiza la comodidad y seguridad del paciente, así como la tolerancia de los cuidados necesarios. La manera en que se realiza la sedación puede afectar los resultados de los pacientes durante y después de la estancia en la UCI.
En los cuidados intensivos, la situación de cada paciente es única y, por tanto, no existe un enfoque sobre la sedación que se pueda aplicar a todo el mundo. Hoy en día, existen dos formas de sedar a un paciente en la UCI: como se ha hecho siempre, por vía intravenosa, o a través de la sedación inhalada.
Sedación intravenosa
A lo largo de la historia, la sedación en la UCI se ha logrado mediante sedantes intravenosos, combinados con opioides. Al igual que ocurre con la mayoría de tratamientos, los sedantes intravenosos tienen sus ventajas e inconvenientes, tanto para el paciente como para los profesionales sanitarios.
Estos medicamentos suelen conseguir el nivel de sedación deseado con efectividad. Sin embargo, los tiempos de despertar prolongados e impredecibles, la acumulación de sedantes en el cuerpo y las dificultades para monitorizar la concentración de los sedantes y, por tanto, la profundidad de la sedación, son algunos de los desafíos más conocidos de la sedación intravenosa en los cuidados intensivos. El metabolismo y la eliminación de los sedantes intravenosos dependen de una función renal y hepática adecuadas. Los pacientes críticos a menudo tienen varios grados de insuficiencia de la función renal o hepática, lo que contribuye a una eliminación lenta de los medicamentos, y por lo tanto, a tiempos de despertar innecesariamente prolongados y a una recuperación tardía de la sedación.
Sedación inhalada
Los sedantes que se utilizan en la sedación inhalada son líquidos. Se administran al paciente a través de un vaporizador, es decir, un dispositivo médico que convierte el líquido en vapor (gas) y permite al paciente inhalarlos.
Sedana Medical fabrica el dispositivo médico Sedaconda® ACD (Anaesthetic Conserving Device). Contiene un vaporizador que permite la vaporización de los sedantes inhalados. Gracias al filtro de carbono en Sedaconda ACD, cerca de un 90 % del sedante exhalado se adsorbe en el dispositivo cuando el paciente está exhalando y se devuelve al paciente durante la siguiente inhalación, lo que reduce, por tanto, el consumo del sedante.
La sedación inhalada ha demostrado tener varias ventajas con respecto a la sedación intravenosa. Dado que el metabolismo es mínimo, la eliminación de los sedantes inhalados se produce casi exclusivamente a través de las vías respiratorias. Eso significa que la eliminación se consigue rápidamente, independientemente de la función hepática o renal. La profundidad de la sedación es fácil de controlar. Permite un despertar predecible y más rápido, una menor necesidad de opioides y una recuperación rápida de la sedación.
La sedación efectiva con despertares rápidos y predecibles después de la sedación tiene una grandísima importancia clínica tanto para el paciente como para los profesionales sanitarios. Permite una recuperación más rápida y facilita los importantes cuidados posteriores tras el tratamiento con el respirador.
La llegada de la sedación inhalada a los cuidados intensivos supone un cambio potencial en el paradigma de los pacientes en estado crítico.